jueves, 26 de junio de 2014

Poesía infinita

El giro de las confirmaciones del insumo científico como bitácora del creído saber humano detenta un alto porcentaje en olimpos inciertos. La tecnología no limpia, por ejemplo, que da alguna virtud funcional, está obligada a reequilibrarse porque -de lo contrario- pronto respiraremos mantecas negras en el mejor paisaje o edén natural.
El giro de las confirmaciones del insumo científico como bitácora del creído saber humano detenta un alto porcentaje en olimpos inciertos. La tecnología no limpia, por ejemplo, que da alguna virtud funcional, está obligada a reequilibrarse porque -de lo contrario- pronto respiraremos mantecas negras en el mejor paisaje o edén natural. 

El ser humano arrojado al espectáculo de su supervivencia escupe y arroja renacimientos y oscurantismos. ¿En quién habita la certeza y la luz? ¿En cuál fotografía entran las entidades de una verdad perfecta sin modificaciones y movimientos? Es un péndulo de tangos gerenciales el andar reflexivo de la civilización, sin tener puertos definitivos donde asirse con conceptos fijos, perennes. En el arcoíris antropológico de los climas de nuestro impúber ser, han desfilado desde dioses invisibles con cielos de nobleza no reconocidos como las abuelas hasta asesinos en serie queridos y valorados por sociedades en milenios que todos conocemos, se ha dilatado la oferta de estos acontecimientos donde nuestro asombro queda destripado. 

Sabemos de las degradaciones fundamentalistas cuyos oprobiosos actos se untan de religiones, ideologías, cantos, etnias, ajedreces tribales, economías, estructuras sociales, creencias, gritos estructurales, variedades estratificadas de estalagmitas y estalactitas degenerativas de lo material y del encanto inmaterial desatando cosmogonías putrefactas en todos los ámbitos al escudriñar y abrir puertas y ventanas de los sistemas. 

En el zoológico de Morris o en el paraíso de Dante, la ínfima criatura humana debe imperar en sutileza y humildad que lo emancipe con la dignidad y la decencia bajo los pretendidos credos. Uno de los elementos inescrutables e indestructibles sin claves definitorias ni condiciones bastardas es la barcaza de la poesía. Donde esté un prójimo está la poesía, descontando los extremos genocidas. Incluso al extinguirnos está la poesía, que inspira nuestro retorno a la vida en algún amanecer. Procurar el bien a sí y a los demás es un verso magnánimo, pero aún en un milímetro de presencia, la poesía continúa sin cinturones ni teatros. Solo en la voz y el silencio de los desconocidos infinitos la poesía se teje eterna, sin tarimas ni baúles.

Gustavo Merino Fombona
Profesor de UCV, Unimet y Ulac



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